SINFONÍA DE SENSACIONES



Tuve una sinfonía de sensaciones al asistir al VI Festival de Monólogos en la García Márquez; mi interés era primordialmente ver la obra "Entradas Agotadas"; un homenaje que José Assad hace a la dramaturga colombiana Luz Amalia Peña Tovar. Pero ocurrieron varias cosas a la vez para este espectador; en primera parte encontrarme con una sala muy transformada, ni sombra de lo que mi recuerdo tiene de la antigua García Márquez, una buena inversión, sumada a la entrega y corazón del grupo comandado por Hugo Afanador, han hecho que la sala vista de gala; y esto es tan agradable a los ojos de quien ama el teatro como yo, tanto que imaginaba poder presentar mi última obra en tan grato espacio. Otra sensación me transportaba al pasado, cuando en el 2006 tome un taller de dramaturgia en el VI Festival de Teatro Alternativo; ahí tuve el privilegio de conocer a Luz Amalia Peña; quien era la docente del taller, yo había tomado talleres de dramaturgia con José Assad, Víctor Viviescas y Jaime Chabaut; de cada uno recibí aportes valiosos; pero esta mujer en su generosidad nos habló del Genotexto (origen para escribir), cada día nos daba un punto diferente para que abordáramos la escritura, y esto exigía crear a partir de cualquier cosa, todo era susceptible de estimular la creación dramática, ese fue su aporte para conmigo; recuerdo escucharla mientras armaba su cigarro de tabaco, y con qué calma nos hablaba dejando ver la profunda pasión por su oficio. Supe de su muerte, paso necesario en la vida, enigmático umbral que debemos atravesar. 


Al saber del Monólogo en homenaje a ella, no podía negarme al placer de observar la obra escrita y dirigida por José Assad (amigo de la dramaturga), me absorbía una gran curiosidad de cómo esa mujer que percibí con ojos de estudiante, era leída por un colega y amigo; la obra tiene un humor fino, sarcasmos interesantes, y textos que taladran el alma (sobre todo si te duele estas tierras llamadas Colombia); una intimidad que nos permite sentirnos en los pies de esa taquillera, tan próximos a la muerte, tan desesperados con lo que se supone debe ser la vida, tan llenos de ilusiones y tan cortos de certezas. Entonces como tonada final suena una frase que nos compara (a los colombianos) con la historia de Medea, Colombia es Medea y nosotros, sus hijos crecemos para ser asesinados por ella. Suspiro y salgo de la sala, feliz del cambio estético de la García Márquez, taciturno por el recuerdo fugaz pero contundente de Luz Amalia, complacido por la puesta en escena, sumergido por la fragilidad del ser en un mundo tan manoseado, producido quizá por las certeras frases de la obra. Vivo, sí vivo por ahora, porque asistir a teatro es una forma maravillosa de demostrarte que estás vivo.

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