¿SEGUIRÁS TÚ O YO?
Después de dejar a una mujer
en su apartamento, regresaba en un taxi penetrando la fría noche, dejamos las
avenidas principales y nos metimos entre los barrios; el vehículo bajó la
velocidad, para pasar por el estrecho espacio que nos daba una camioneta negra
de vidrios polarizados que estaba detenida cerca de la esquina de un parque;
una atmosfera pesada, me sentía como en una película; miré por la ventana expectante,
un morbo me recorría, quería ver esos hombrecitos que se toman la justicia en
sus armas; pasamos y vi que la camioneta no tenía placas, entonces dije en voz
baja: “Limpieza Social”, el conductor respondió: “Los Rayas”, Inmediatamente
comenzó a justificar y a casi exaltar la acción de los de la camioneta, yo
intenté mostrar lo deshumano de la acción, pero un frío miedo me recorrió,
pensé que el del taxi podía ser un reinsertado, y que mi oposición le haría
recordar sus épocas de justiciero, cuando con el poder y la intención de
defender a los terratenientes acababan con todo, para así aumentar el terror y
su poder. Con un “No es la forma de arreglar las cosas” me retiré del taxi, con
un poco de paranoia (el taxista ahora sabía donde vivo).
Toda esta aventura exagerada
quizá por mi paranoia hizo remembranza cuando asistí a ver YELLOW TAXI O LA
ESQUINA O COMO MURIERON LOS FUTBOLISTAS QUE MATARON A KARIM; otra vez Teatro
Vreve reinventándose, creando, generando estéticas nuevas, como en una escucha
constante de un grupo de experimentados artistas, que bajo la batuta de Víctor
Viviescas logran llevar a escena obras que dicen más de lo que aparentan.
Cuando hombres organizados
(quizá por las fuerzas armadas legales o ilegales, o por algunos gobernantes, o
por ciudadanos del común) se arman para tomar justicia, para sanear un sector,
para tomar venganza o simplemente para evitar que las cuadras y barrios se
sigan puteando (término que indica que hay un aumento del peligro y
perturbación de un lugar), la seguridad y la calma parecen desaparecer.
Los personajes; cinco
hombres (futbolistas, jóvenes, habitantes cotidianos de esa cancha de futbol),
el fantasma de Karim (recuerdo de los errores del pasado, que poéticamente
clama venganza), los vecinos (ausentes, temerosos, ocultos, conscientes de lo
que ocurrirá), los del taxi (los sedientos de ajusticiar, de ser Dios y
establecer el orden). También la puesta en escena nos ofrece la acotación hecha
voz, elemento que aporta un distanciamiento que permite al espectador otras maneras
de crear con su imaginación el mundo ficcionario de la obra.
Es importante mencionar que
existe otra presencia en la obra, se trata de la atmosfera sonora que cual
sombra en las alturas, parece encarnar un Dios malvado de la venganza que
encaja en otro de los motores que atraviesan la puesta; el destino, ese que les
recuerda que deben pagar por lo que han hecho; el peso de su culpa, el peso que
cargamos porque creemos que así deben suceder las cosas, porque está escrito y
nadie lo puede cambiar, por eso un fantasma (no se aparece a su hijo reclamando
venganza) se manifiesta a uno de sus verdugos para vaticinarle su nefasto final,
torturando su presente.
El rico lenguaje que versa
la obra no sólo por la profundidad de algunos textos de estos personajes
callejeros (que me recuerda que aún en las pútridas calles de la “L” deambulan
profesionales, y hombres de un gran apetito intelectual; y que por su aspecto
ignoramos y pordebajeamos), además utilizan proyecciones de vídeo (para
capitulizar, para generar la presencia del fantasma de Karim), sumado a esto,
las poéticas expuestas anteriormente.
Están en la calle, una
esquina cualquiera junto al parque; pero desolada, no hay nadie afuera, solo
ellos; todos (¿Nosotros?) se han escondido en sus casas, saben lo que va a
ocurrir, como si fuera la crónica de una muerte anunciada (como cuando cerramos
los ojos al desalojo en el Quimbo); no importa que unos vayan a matar, cuando
callamos, cuando nos encerramos en nuestra casa para borrar la realidad de
afuera, cuando nos volvemos cómplices de esos pocos que se han hecho con el
poder. Y los cinco jóvenes en su espacio natural, su selva de cemento, esas
calles donde pueden y saben penetrar, moverse y escapar; que ahora será testigo
de sus últimos respiros.
Pero esta pasividad ante la
tortura no es gratis, la obra expone ese piso falso, eso que nos dicen, esas
verdades que nos han criado, maquillado, infundado, ese temor infundido por los
medios de comunicación, esa segregación recalcitrante que retumba en la
sentencia “confunde (separa) y reinarás”. Existe en la obra un espíritu de
paranoia, de miedo; ese que se hondea en la población de un país sumido en la
violencia creada para el beneficio de muy pocos.
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